Retour des cendres Napoleón

El retorno de los restos (Le retour des cendres) de Napoleón I de Santa Elena, 14 de diciembre de 1840 (1864), óleo sobre lienzo de Henri Félix Emmanuel Philippoteaux (1815-1884), chateau de Malmaison. Fuente: Wikimedia Commons.

Las políticas inmovilistas y represivas de los Borbones durante la Segunda Restauración provocaron un creciente malestar entre amplias capas de la sociedad francesa, a pesar de que la nueva entronización suponía la conclusión de un ciclo de veinte años de guerras que habían arruinado y desangrado a Francia colocándola bajo la tutela de las potencias firmantes del nuevo orden europeo en el Congreso de Viena. El regreso de los nobles significó el despido del ejército de un gran número de oficiales con prolongadas carreras a sus espaldas que se vieron retirados con media paga, confinados en muchos casos en sus lugares de origen y sujetos a una poco discreta vigilancia de la policía. Los démi-soldes constituyeron los primeros agentes del resurgimiento del prestigio de Napoleón, apoyados por las convulsiones en los barrios obreros debido al hundimiento de los salarios como consecuencia de la desmovilización del ejército y la preferencia de los industriales por emplear a mujeres y niños como mano de obra barata. Además, el retorno de los predios a los emigrados tras la Revolución de 1789 provocó un descenso de los apoyos a la monarquía en el medio rural, y el periodo del gobierno napoleónico empezó a ser considerado por muchos como una edad de oro debido a las transformaciones sociales y económicas que asentaron gran parte de las ideas revolucionarias. Por ello se empezó a describir al Emperador como “el padre del pueblo”. Además, la burguesía industrial y comercial enriquecida durante el Imperio, cuyos miembros habían alcanzado puestos de responsabilidad en la administración y el cuerpo legislativo, veían como su posición social se resentía por el retorno del absolutismo, especialmente tras el ascenso al poder de Carlos X. Las imágenes coloreadas de las campañas napoleónicas y las ediciones de los ejemplares del Bulletin de la Grande Armée se convirtieron en referentes impulsores de la leyenda y del resurgir de la figura del Emperador.

El debate sobre el regreso de Napoleón

La Revolución de Julio de 1830, en cuyos combates participó un gran número de antiguos soldados imperiales, acabó con la dinastía borbónica en Francia, y el nuevo monarca, Luis Felipe de Orleans, consciente de la fuerza de los bonapartistas en la sociedad, dispuso, como medida de reconocimiento simbólica la reposición de la estatua de Napoleón en la cúspide de la Columna de la plaza Vendôme, noticia que Letizia Ramolino comentó en Roma indicando: “¡El Emperador está de nuevo en París!”. Sin embargo, una propuesta para que el nuevo gobierno reclamara la devolución de los restos mortales de Naoleón para que fueran enterrados al pie de la Columna fue rechazada por el parlamento el 2 de octubre de 1830. La Monarquía de Julio, aunque de corte liberal y abierta a la burguesía, era en realidad tan conservadora e inmovilista como la borbónica, y el propio Luis Felipe estaba traumatizado por la ejecución de su padre durante la Revolución, el encarcelamiento de sus hermanos, y los largos años de exilio que hubo de afrontar entre 1793 –cuando se pasó al enemigo junto a su jefe, el general Charles François Dumoriez (1739-1823)– y 1814, y posteriormente entre 1815 y 1817.

La policía asalta la imprenta Le National, el periódico de Adolphe Thiers, durante la Revolución de Julio de 1830. Litografía de Victor Adam (1801-1866). Fuente: Wikimedia Commons.

Por ello, cuando el presidente del Consejo, el historiados de la Revolución y el Imperio Adolphe Thiers (1797-1877), propuso al rey en mayo de 1840 solicitar al gobierno británico el retorno de los restos (le retour des cendres) de Napoleón, el rey y su familia inicialmente se opusieron, y solo aceptaron en último término la idea de Thiers al explicar este que se trataba de una jugada política por la que Francia recuperaría los períodos de gloria perdidos consiguiendo, además, el apoyo político de los bonapartistas y de amplios sectores de la burguesía liberal que consideraban al Imperio como una referencia. Los temores de Luis Felipe a que la medida supusiera de hecho un resurgimiento del bonapartismo como opción política se vieron confirmados cuando el ministro del Interior Charles de Rémusat presentó el proyecto a la Cámara de Diputados el 12 de mayo:

«Ahora, Francia, y sólo Francia, poseerá todo lo que queda de Napoleón. Su tumba como su memoria, no pertenecerá a nadie, solamente a su país. La monarquía de 1830 es, en efecto, la única y legítima heredera de todos los soberanos de los que Francia puede estar orgullosa. Sin duda, corresponde a esta monarquía primero reunir todas sus fuerzas y conciliar todas las promesas solemnes de la Revolución Francesa, para elevar y honrar audazmente la estatua y la tumba de un héroe popular, hay una cosa, sólo una cosa, que no teme comparación con la gloria, y es la libertad».

La respuesta de los diputados fue entusiasta y se aprobó un crédito de un millón de francos destinado únicamente a la organización de las honras fúnebres a la llegada de los restos que, pese a las peticiones previas de sepultura en la plaza Vendôme y en las que se hicieron en 1840 para que fuera inhumado en el panteón de los reyes de Francia en Saint-Denis, se decidió que fuesen depositados en el recinto de Los Inválidos, no solo para individualizarlo, sino para potenciar el recuerdo como jefe militar y diferenciar su gobierno del absolutismo. No obstante, la reacción favorable, aunque mayoritaria, no fue unánime, y cuando el general Clauzel –uno de los citados por Napoleón en su testamento– presentó las características del proyecto de retorno a la Cámara, se levantaron algunas voces en contra entre las que destacará el escritor y político Alphonse de Lamartine (1790-1869), quien se negó a la canonización civil de quien consideraba un enemigo de las libertades:

“[…] no me gustan aquellos hombres quienes tienen la libertad, la legalidad y el progreso como su doctrina oficial, y el sable y el despotismo como símbolo”.

Obtenido el permiso del Gobierno británico, se encargó a Francisco de Orleans, príncipe de Joinville (1816-1900), pese a su rechazo a ejercer como “enterrador”, la dirección de la comitiva que partió del puerto de Tolón el 7 de julio, integrada por la fragata La Belle Poule y la corbeta La Favorite, y de la que formaban parte los generales Bertrand y Gourgaud, Emmenuel de Las Cases, hijo del memorialista, y Saint-Denis (Alí), además de los sirvientes de Longwood supervivientes. El trayecto hacia el Atlántico Sur se demoró por espacio de más de tres meses debido al poco interés de Joinville por la misión. Llegados los navíos a Santa Elena el 8 de octubre, el gobernador George Middlemore (1756-1850) determinó que los restos serían devueltos el día 15.

Apertura del ataúd de Napoleón en Santa Elena en octubre de 1840, litografía por Nicolas-Eustache Maurin (1799-1850).

Durante la exhumación del féretro y su apertura posterior, se pudo comprobar que el cadáver se había mantenido en perfecto estado, incluyendo tanto el uniforme como el sombrero y las condecoraciones, aunque no las botas, que se habían cuarteado dejando ver los dedos de los pies. Trasladado el cuerpo a un nuevo féretro decorado con una N dorada y la inscripción: “Napoleón, Empereur, mort à Sainte-Hélène le 05 Mai 1821” (Hudson Lowe debió tener un ataque de ira al enterarse). La estructura de sucesivos ataúdes, con un peso de 1200 kg, fue transportada hasta el puerto en solemne comitiva. Depositada en una zona de honor habilitada en La Belle Poule, la flotilla partió rumbo a Francia el 18 de octubre, llegando al puerto de Cherburgo el 30 de noviembre.

Sin embargo, la situación política en Francia había cambiado desde el mes de mayo. Thiers, el promotor de la idea, había sido apartado de su puesto el 29 de octubre debido a su política de apoyo a Mehmet Alí en Egipto en contra de los intereses de Gran Bretaña, que presionó para obtener su cese, concedido de buen grado por Luis Felipe, que detestaba cualquier política que pudiera debilitar su reinado, y también a los políticos demasiado brillantes. Por un azar del destino se nombró presidente del Consejo al mariscal Jean de Dieu Soult (1769-1851) el inepto jefe de estado mayor de Napoleón durante la campaña de Bélgica en 1815, quien contó como hombre fuerte de su gabinete con François Guizot (1787-1874), con quien le unían algunos elementos interesantes de sus biografías, como el hecho de ponerse al servicio de Luis XVIII tras la primera y la segunda abdicación de Napoleón. Por tanto, será un gobierno presidido por dos realistas (uno de origen y otro reconvertido) quienes tendrán la misión de recibir los restos mortales del Emperador, y de afrontar las consecuencias políticas de un hecho que Thiers había previsto correctamente pero que ahora resultaban incómodas para el nuevo gabinete y la política de conciliación que debía emprender, especialmente respecto a Gran Bretaña.

Repatriación de las cenizas de Napoleón a bordo de la Belle Poule

Repatriación de las cenizas de Napoleón a bordo de la Belle Poule (1842), óleo sobre lienzo de Louis Gabriel Eugène Isabey (1803-1886), Palacio de Versalles. Fuente: Wikimedia Commons.

El entierro se había convertido en un problema para el nuevo Gobierno. Se decidió que la ceremonia fuese estrictamente militar, lo que provocó las primeras críticas por parte de amplios estamentos de la sociedad civil, al tiempo que la pompa ideada para el traslado del féretro enojó a los embajadores de los países europeos que se habían enfrentado a Francia durante las guerras de la Revolución y el Imperio, por lo que declinaron asistir a la ceremonia y, en un acto de rechazo, se reunieron en la legación británica en París para reafirmar el frente unido que supusieron las sucesivas coaliciones financiadas por Gran Bretaña hasta conseguir la derrota final del Emperador. Pese a no estar concluidos los preparativos se fijó la fecha del 15 de diciembre para la ceremonia fúnebre, con independencia de cualquier complicación que pudiera surgir, con la vana esperanza de que concluido el traslado, la posible efervescencia política se apaciguara, lo que acabará convirtiéndose en una esperanza vana.

Le retour des cendres

En Cherburgo, el ataúd fue transportado a un barco de vapor, el Normandie, que lo trasladó hasta el puerto de El Havre para iniciar el camino hacia París remontando el río Sena, que desde Ruan se realizó en una gran barcaza, La Dorade, que llegará al puerto de Courbevoie, en las proximidades de París, el 14 de diciembre. Si el Gobierno del mariscal Soult creyó que con las prisas se evitaría una explosión de apoyo popular a la memoria del Emperador, se equivocó por completo. Miles de personas siguieron el avance de la barcaza por el Sena desde las orillas, y, cuando el féretro fue desembarcado, centenares de personas reclamaron el derecho a velarlo durante la noche, produciéndose algunos disturbios hasta que la policía autorizó la ceremonia nocturna. En ese momento, los reclamantes se despojaron de sus abrigos surgiendo los antiguos uniformes del ejército imperial. Centenares, incluso miles de antiguos grognards, excluidos de la ceremonia que iba a desarrollarse al día siguiente, organizaron espontáneamente lo que se conoce como “el último vivac del Emperador”.

retour des cendres

Retour des cendres de Napoleón I de Santa Elena. 15 de diciembre de 1840. El carro funebre de Napoleón se dirige hacia Los Inválidos de París. Litografía por Adolphe Jean-Baptiste Bayot (1810-?), Eugène Charles François Guérard (1821-1866), Musée de l’Armée, París.

La comitiva partió de Courbevoie atravesando el Pont de Neuilly para pasar bajo el Arco de Triunfo y enfilar posteriormente hacia Los Inválidos. Víctor Hugo, presente en el desfile del cortejo fúnebre en el que un gran catafalco tirado por caballos velados con túnicas negras y las armas imperiales trasladaba el ataúd, y uno de los forjadores de la leyenda mediante los escritos que dedicó a la batalla de Waterloo, especialmente los capítulos incluidos en su novela Los Miserables, relatará que pese a las bajas temperaturas y la nevada durante parte del trayecto, el número de espectadores que se acumulaban en la ruta era enorme, tomados todos los balcones e incluso los tejados de las casas –se calcula en 800 000 las personas que contemplaron el desfile fúnebre–, constituyendo la respuesta popular la principal muestra de perduración entre la sociedad francesa de lo que todavía significaba el Imperio, puesto que el acceso al interior de la basílica de Los Inválidos, donde se depositarán los restos mortales y permanecerán hasta la construcción del catafalco que los contiene hoy en día no sería terminado hasta 1861, quedó restringido a la familia real y a la clase política, que eran quienes menos interés tenían por una ceremonia que, a la postre, y como habían supuesto en el mes de mayo, se convirtió en un gran error político al servir de punto de partida para la comparación entre los valores republicanos consolidados durante el Imperio, con las políticas cada vez más conservadoras que desarrollaba la Monarquía de Julio.

Al contrario que Soult, el gobernador de Los Inválidos, Jeannott de Moncey (1754-1842), uno de los mariscales menos brillantes de la epopeya imperial, pero que supo conducirse con dignidad defendiendo París en 1814 y trasladando a Fontainebleau los restos de sus tropas para reunirse a Napoleón tras la defección de Marmont, y que se negó a las presiones de Luis XVIII para presidir el juicio contra el mariscal Ney aunque no tuvieran una buena relación, exigió a sus médicos que lo mantuvieran vivo para poder recibir en función de su cargo los restos del Emperador, y, tras hacerlo, comentaría que ya podía volver a casa para morir.

Bibliografía

  • Bertrand, H.G. ; Houdecek, F. (2021) : Les cahiers du général Bertrand. Paris : Perrin.
  • Gourgaud, G. ; Bourachot, Ch. (2002) : Le Retour des Cendres de l’Empereur Napoléon. Paris : Arlea.
  • Lentz, Th. (2019): Bonaparte n’est plus¡. Le monde apprend la mort de Napoléon, juillet-septembre 1821. Paris: Perrin.
  • Poisson, G. (2004) : L’Aventure du Retour des Cendres. Paris : Tallandier.
  • Tudoret, P. (2021) : La gloire et la cendre : l’ultime victoire de Napoléon. Paris : Belles Lettres.
  • Reportaje: Napoléon n’est plus, l’exposition aux Invalides
  • Reportaje: 15 décembre 1840 : Retour des Cendres de Napoléon
  • Napoléon Bonaparte fait partie de nous. Discurso del presidente Emmanuel Macron en el Institut de France en conmemoración del bicentenario de la muerte de Napoleón (05/05/2021)
  • Napoléon “N” Adieu. Montaje de escenas de diferentes películas incluyendo la reconstrucción del Retour des Cendres en el filme Monsieur N (La última batalla) de Antoine de Caunes (2003).

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